Era una noche fría de Navidad. Yo iba saliendo de una farmacia cuando vi un taxi amarillo estacionarse en la acera, se bajó un señor negro mayor, alto, con un abrigo largo, anteojos oscuros y un saxofón.
La escena era demasiado neoyorkina para dejarla pasar. Me acerqué y le pregunté si conocía algún club de jazz cerca. Sonrió y me recomendó el Smoke Jazz Club, en Broadway, a unas cuadras de donde estábamos. «El último club de jazz de verdad, fuera de Harlem». Me dijo que él estaría ahí en unas horas. Caminamos unas cuadras juntos y nos despedimos.
Unas horas más tarde, entré al lugar que el extraño me había recomendado, un local pequeño y oscuro con una barra, varias mesas, y una tarima con una cortina roja, una batería, un contrabajo y un clásico piano Steinway.
La audiencia y los músicos eran predominantemente afroamericanos, y el ambiente era íntimo y acogedor. En el centro del local, habían varias mesas dispuestas como una sola, para compartir, ahí me senté. En la barra estaban reunidos los mayores, casi todos negros, entre ellos estaba el saxofonista que me había recomendado el lugar, me saludó como si nos conociéramos, me sentí bien recibido inmediatamente. Me pareció que una Harlem Renaissance Wit era la cerveza adecuada.
Esa noche había encontrado el Smoke Jazz y me quedé extasiado escuchando a Emmet Cohen tocando el piano, que nos deleitaba canción tras canción. Era indudable el talento del pianista y todos estábamos disfrutanto mucho cuando de repente Cohen cedió el piano, supe que era hora de grabar.
Damas y caballeros, les dejo con el reconocido pianista de jazz Johnny O’Neal acompañado en el sax por Tivon Pennicott desde el Smoke Jazz & Supper Club de New York, improvisando sobre «(I’d give) a dollar for a dime», una canción de jazz de 1930 compuesta por Eubie Blake y John Finke con letra de Andy Razaf.